Que no muera la tradición de «la barrilla»

venta de barrillas de Santa Catalina copia
Maru Pérez vendiendo las barrillas en su puesto del Mercadal

Maru Pérez, Calagurritana ligada a la historia de los establecimientos Chocolatería «La Ideal» y pastalería «Flor y Nata», mantiene viva en Calahorra la venta de barrillas de Santa Catalina en puesto ambulante. Antes eran más los que salían a vender por esta fecha y ella sigue haciéndolo más que por el beneficio económico, por conservar esta costumbre tan calahorrana.

Desde su puesto instalado en el hall del Mercadal, Maru ha vendido hoy estas tradicionales barras de guirlache que también se han podido encontrar en otros establecimientos de Calahorra dedicados a la golmajería y repostería. Y junto a las tradicionales barrillas también en los puestos se pueden encontrar productos como mazapanes, polvorones, turrones… Y es que Santa Catalina nos anuncia que estamos a un mes justo de la Navidad.

También el Ayuntamiento contribuye a mantener la tradición con el regalo de barrillas. En tiempos sanitariamente más propicios, parte de la Corporación visitaba los centros de personas mayores para regalar también barrillas a los residentes. En cualquier caso, la Concejalía de Personas Mayores las ha repartido hoy en el centro de personas mayores de San Lázaro y también en el Centro de Participación Activa (Hogar de las Personas Mayores).

Santa Catalina de Alejandría fue una mártir cristiana del siglo IV. Está incluida en el grupo de los santos auxiliadores y es invocada contra la muerte súbita. Su festividad en Calahorra se celebra desde muy antiguo sobre todo en el barrio de Murillo, pedanía de Calahorra que tiene un templo dedicado a la santa y donde en años sin pandemia se oficia misa y procesión.

La fiesta de Santa Catalina era muy popular antaño. Según cuentan los más viejos, «por la mañana, infinidad de calahorranos se trasladaban al vecino barrio de Murillo, donde se celebraba solemne función religiosa. A la tarde, muchos regresaban en hermosas mulas, y algunas parejas de novios las adornaban, haciendo la entrada en la calle Grande, convertida en centro de la fiesta.

Entre los arcos de los portales se colocaban numerosos puestos de turrón y se hacía gran consumo de barrillas, con las que los galanes obsequiaban a las jóvenes. Tanto en esta fiesta, como en la de San Lázaro, los pequeños recorrían las casas de los parientes y amigos, a pedir la ‘perrilla’; de ahí el siguiente cantar, con su música especial: Santa Catalina; la caracolera; engaña chiquillos y saca monedas. Este es el viejo cantar que se oía cada 25 de noviembre».